Se
dice que esta gran ave, voraz, de cuello reptiliano, puede engullir su
propio peso en peces cada día. Profundamente hundida en el agua, con su
largo pico oblicuamente erguido, se desliza sin esfuerzo, y, de repente,
impulsada por sus amplios dedos palmeados y con las alas pegadas al
cuerpo, se sumerge. Al volver a la superficie con el gaznate bien repleto,
se levanta con pesadez volando mucho tiempo a ras de agua antes de tomar altura.